Resumen:
medida que fueron desapareciendo las modalidades simples de reproducción del capital, consecuencia de la división social del trabajo y la revolución industrial, lo cual implicó una modernización, no solamente del sistema económico, sino también del sistema social y político. Es decir, de la misma forma que el sistema económico fue adoptando nuevas y novedosas formas de reproducción reflejadas en avances tecnológicos, la producción en serie, el reemplazo de la mano de obra humana por maquinarias, etc. El sistema social y político tuvieron que complejizarse lo suficiente para gestar el fenómeno de la modernidad. A la modernidad no se la puede entender solamente por su carácter economicista, sino que implica nuevas formas de quehacer político (democracia, liberalismo, derechos del individuo, etc.) y, principalmente, nuevas formas de relación entre los individuos y, en nuestro caso, con el medio ambiente.
La relación establecida entre el hombre y la naturaleza, actualmente, se deriva en concebir a la naturaleza como fuente de recursos y materia prima. Si a esto le sumamos el intenso y extenso proceso industrial y una explosión demográfica alarmante, el resultado es un deterioro, no solamente del planeta y la naturaleza, sino del modelo civilizatorio moderno que cada vez le es más difícil sostenerse.
El aumento de la densidad demográfica es directamente proporcional al aumento de la explotación de la naturaleza por materias primas para satisfacer las necesidades/demandas de la población. A este paso tan acelerado de explotación, el medio ambiente no puede regenerar sus ciclos de forma natural por lo que se ha implementado el uso de tecnologías para acelerar el proceso renovación de ciclos y disminuir el daño medioambiental.
Esta explotación intensa de la naturaleza ha provocado serios efectos y catástrofes medioambientales que, a corto, mediano y largo plazo, van a influir negativamente en la vida humana. Por esta razón han surgido nuevas teorías que buscan apaciguar el daño causado.