Resumen:
El indigenismo, como sostiene el catalogado investigador mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán, conlleva, en sentido estricto, una ideología del mestizaje. La presencia del mestizo, fruto del cruzamiento entre el elemento humano originario y el conquistador, vino a ser el referente obvio para la edificación de una teoría y una práctica indigenistas, cuyo objetivo primordial fue la de regular y planificar la inclusión a las nuevas realidades sociales de las poblaciones indígenas, biológica y culturalmente marginadas. El mestizaje devino entonces el punto de arranque y la plataforma en la cual asentar esta teoría social conceptualizada con el nombre genérico de indigenismo.
La importancia del indigenismo, en tanto institucionalidad orgánica, reside fundamentalmente en la asunción de nuevos paradigmas teóricos para re-aprehender la cuestión indígena. Es el caso del relativismo cultural, que proponía un esquema de interpretación basado en el respeto y valoración de las diferentes culturas y etnias indígenas, en detrimento de la posición etnocentrista, en especial, emanada de la corriente evolucionista en boga en la antropología estadounidense del siglo XIX, y en algunos pensadores europeos desde el siglo XVIII. En tal sentido, la institucionalización del indigenismo —que toma forma en 1940 con la creación en México del Instituto Indigenista Interamericano— va a imprimir un nuevo derrotero, desde el Estado, para el tratamiento indígena en nuestra región.
No obstante, la gestión emprendida por el indigenismo y el citado organismo regional, ha sido restringida, ignorada y hasta negada en el ámbito antropológico de la academia, provocando una desconexión en la complementariedad de la propia disciplina antropológica al imposibilitar el acceso al conocimiento de su cuerpo teórico y de sus realizaciones concretas a favor de los pueblos indios; restando, a su vez, de un margen necesario para la discusión y el debate. Concomitantemente, se menoscabó la puesta en valor de actores clave en dicha problemática